Héctor García,
Tokio, 2021.
D
urante la pandemia he cumplido 40, ya han pasado 17 años desde que llegué a Tokio, sin darme cuenta llevo más de un tercio de mi vida aquí en Japón. El tiempo vuela como una flecha y la fruta vuela como una banana. Dicen que a los cuarenta sufrimos «la crisis de los cuarenta», yo todavía no se muy bien si estoy en ella o no, por ahora no me he comprado una Harley-Davidson.
El último año y pico ha sido una época difícil y misteriosa para todos. El mundo dio un vuelco que nos ha forzado a vivir en soledad y a redefinir nuestras vidas. Aquí en fue el segundo país donde llegó, desde finales de enero del 2020 comenzamos a ir con la mascarilla y a encerrarnos en casa.
La impotencia de no poder hacer casi nada por cambiar la situación del covid-19 me recordó a cuando encontré por primera vez ciertas barreras en mi vida que por mucho que me esforzara por romper no pude con ellas. Lo único que podemos cuando surge algo inamovible es aceptar que ciertas cosas son como son y en vez de intentar intervenir en ellas ser nosotros los que cambiemos.
Para mí la primera gran barrera con la que me enfrenté fue la lucha contra una enfermedad poco conocida llamada SIBO-C. Mirándolo por el lado bueno, esta enfermedad me ha enseñado a ver otros aspectos de la vida que no conocía y a apreciar más el milagro que es estar vivo.
De Japón y su cultura he aprendido mucho, sobre todo del poder de la perseverancia y la paciencia para conseguir cosas a largo plazo. Pero más que los japoneses, lo que más me ayudó a crecer fueron las equivocaciones y aventuras que no necesariamente acabaron bien. No me arrepiento de ninguna de las cosas que terminó mal, de hecho, si hay algo que cambiaría si pudiera volver al pasado sería ser incluso más atrevido y cabezón con aquello en lo que realmente creo aunque las probabilidades de que vaya bien sean bajas.
Mis libros La Magia de Japón, Un Geek en Japón, Ikigai, Ichigo Ichie, Momentos, el Método Ikigai, El Pequeño Ikigai y Shinrinyoku han vendido tres millones de copias en todo el mundo. Son pocos los autores españoles que pueden decir lo mismo, debería de estar orgulloso. Pero lo que más me motiva no son los números del éxito o el orgullo, lo maravilloso surge cuando los lectores me comunican cómo sus vidas han cambiado a mejor después de leer mis palabras.
Mi último viaje antes de que cerraran las fronteras de Japón fue a la India, el país que dentro de poco será el más poblado del planeta. Desde hace dos años, Ikigai es el libro más vendido allí.
Presenté delante de una audiencia que me trató como si fuera una especie de líder de un culto religioso. Con curiosidad fui preguntando a la gente que fui conociendo allí «¿Porqué crees que Ikigai tiene tanto éxito en India?», no recibí una respuesta unánime: «India ama todo lo japonés», «tu libro ha cambiado mi vida», «leer ikigai me salvó del suicidio», «Ikigai es una rebelión contra las normas rígidas de nuestra sociedad», «hay mucha presión en el sistema educativo Indio, las ideas de Ikigai son una bálsamo para el corazón», «leo tu libro cada día nada más despertarme», confieso que esta última respuesta me asustó y me hizo reflexionar sobre la gran responsabilidad y poder que tienen las palabras que escribo.
El problema de los éxitos es que lo único que vemos es el resultado sin ser conscientes de todo el trabajo que hay detrás de ellos. Pocos saben que tengo una carpeta en mi ordenador con casi un centenar de «Mis libros abandonados» que comencé a escribir pero que nunca salieron a la luz.
No hay que tener prisa ni hay que preocuparse por lo que no termina de funcionar. Trátate a ti y a tu vida como si fueran obras de arte que hay que esculpir conforme van transcurriendo.
Hagamos de nuestras vidas obras maestras.
En este libro he ido compilando lecciones que he ido adquiriendo conforme esculpía mi obra de arte personal. Todas ellas me ayudaron de alguna u otra forma y quizás también te sirvan a ti también. Lo que haya escrito yo aquí no significa que sean verdades absolutas, con el paso del tiempo me he ido dando cuenta de que lo único que sé con seguridad es que no sé nada.
Estas son las cuarenta lecciones que me han enseñado en el planeta Tierra tras dar cuarenta vueltas a la estrella que llamamos Sol.

Hazlo, pasa a la acción, da igual que salga mal.
Casi todo aquello que dejamos de hacer en la vida es porque tenemos inseguridades o miedos. No quedar con cierta chica/o porque nos sentimos inseguros, no hacer realidad ese viaje que llevamos años pensando en llevar a cabo porque tenemos miedo a quedarnos sin ahorros, no seguir con nuestro hobby favorito porque sentimos que no somos lo suficientemente buenos en ello o algo tan sencillo como no publicar algo en internet porque tenemos miedo a ser juzgados por los demás.
No te preocupes por equivocarte o fracasar, preocúpate por las oportunidades que estás perdiendo si ni siquiera lo intentas.
No esperes al momento perfecto, hazlo ahora.